jueves, 10 de junio de 2010

Rutinas de un cigarrillo a medio fumar

El reloj marcaba las horas del nunca y el quizás, en esta la ciudad que es la del siempre y tal vez . El escritor ha sacado pluma y papel, ha encendido un cigarrillo, y se puso a escribir,  observaba como los peatones pasaban con dirección hacia ningún lugar, como el niño triste pedía atención a su mama, como los claxon de los autos comenzaban a sonar unísonos en una melodía que no le dejaba concentrar, a lo lejos una pareja dando espectáculo y pretendiendo saber amar, la señora de las semillas se ha subido a un autobús esperando que la lleve a donde ella quiere llegar, lo mas seguro es que la regrese al mismo lugar, la chica de falda a cuadros me ha pedido mi encendedor, me dio las gracias, me sonrió y continuo con su vida como si mi existencia hubiera cometido su fin, los autos seguían pasando con prisa, todos parecían ir al mismo lugar, algunos violentos, otros calmados, unos inquietos, todos distantes, como si cada uno fuera un mundo distinto, una realidad alterna y cambiante como si cada semáforo fuera otra emoción. Al parecer el niño se ha ido, la señora ha vuelto y la chica con falda ya no recuerda que existo, los autos aun pasan y en  el reloj de la tristeza ya marcaba las tres, el de la perdición las cuatro y diez y el de la muñeca seguía diciendo que no, ha llegado el autobús y el cigarrillo se ha quedado a medio fumar, justo como todo lo demás, me siento junto a la ventana y empiezo a pensar que esta historia se quedara sin punto final, como mi cigarrillo que se quedo sin conocer su final

1 comentario:

Anónimo dijo...

La verdadera historia nunca tiene final, es un cíclo sagrado que sólo se corrompe por una obra más halla de lo humano.
En sí pienso que expresas aquello que siempre vemos y menospreciamos y... ¡con justa razón!
¿Hay acaso un motivo para tomarle tan en serio?